La ciudad está en disputa. Todas las dimensiones que la componen y complejizan, incluyendo a las personas, están en constante transformación. En el marco del debate constituyente en Chile, apostar al mejoramiento de la vida cotidiana de todas las personas es un piso mínimo para abordar todos los temas pertinentes.
Tal como pudimos ver, hablar de hábitat y de ciudad no sólo es referirnos al espacio construido, sino a cuáles son las relaciones de poder que se establecen, como también las prioridades consideradas para su planificación y diseño. En ese sentido, las ciudades no son neutras, han sido construidas desde una falsa neutralidad, pues parten de la base de un “sujeto universal”, en clave masculina hegemónica, invisibilizando la inmensa diversidad de las personas que las habitan.
Las ciudades y sus dinámicas son también reflejo de un sistema capitalista-patriarcal, un binomio que mientras extrae los territorios y mercantiliza la vida, oprime e invisibiliza a todos quienes no se correspondan con un ser humano varón, blanco, heterosexual y de clase alta. Esto ha tenido como resultado la generación de espacios injustos, desiguales y poco democráticos que no dan lugar ni responden a las necesidades de todas las personas, como tampoco a las actividades más básicas de reproducción social y cuidados, tareas que históricamente han sido principalmente realizadas por las mujeres.
No perder de vista estas aseveraciones es fundamental para apostar a que efectivamente transiten a ser ciudades que, al tiempo que reconozcan la diversidad, pongan en el centro los cuidados y la sostenibilidad de la vida. Asimismo, es imperativo que sean desarrolladas de manera democrática desde una perspectiva feminista y ecologista. Porque no sólo debemos transformar nuestras ciudades y relaciones desde una perspectiva de género, que busque erradicar el machismo, sexismo y violencia hacia las mujeres, sino también la forma en que habitamos los territorios y a la dependencia con las bases materiales que lo sostienen y hacen posible.
Hemos planteado ciertas luces de cómo el trabajo en torno a la vivienda, movilidad, cuidados y gobernanza podrían permitir el tránsito a una mejora sustantiva en la vida cotidiana de las personas. Al mismo tiempo, nos hemos referido a cómo cada uno de estos ejes son en sí mismos derechos humanos fundamentales, que buscamos que sean reconocidos e incorporados en la nueva constitución de Chile.
Todo esto se traduce en enormes desafíos, ya sea a corto, mediano o largo plazo. De manera que es necesario abrir las discusiones que permitan darle forma y contenido al proceso constituyente, para asegurar y garantizar que la prioridad fundamental sea la vida y el mejoramiento de la cotidianidad de todas las personas, y atender a las necesidades diversas, considerando la sostenibilidad de la vida y los cuidados en el centro, como única manera de construir una ciudad justa, democrática, ecológicamente sostenible y pensada para todas y todos.
Lecturas para profundizar
- Tapia, Maricarmen (Coord). Ciudades posibles. Apuntes para el debate sobre la nueva constitución de Chile. A Coruña: Crítica Urbana, septiembre 2020.
- Muxí, Z. (2018a, abril 30). Hacia un urbanismo con perspectiva de género. Plataforma Arquitectura.