La violencia contra las mujeres en política se manifiesta en amenazas o agresiones directas, entre las que se incluyen: difamar, criminalizar, deslegitimar, discriminar, reproducir estereotipos de género, proporcionar datos falsos, restringir el uso de la palabra, dañar material de campaña, agredir sexualmente, golpear, cometer feminicidio, entre otras.
“Las vaginas del Senado se llenaron de malos pensamientos”. La frase la pronunció el Conservador Roberto Gerlein en una sesión plenaria del Senado, en 1998, y fue su argumento para controvertir a Piedad Cordoba y Viviane Morales que en ese entonces señalaban de corrupción al presidente de la época, Andres Pastrana Arango. “Que la senadora se preocupe por sus calzoncillos…”, fue el trino que el senador Ernesto Macías le pidió a su colega Claudia López preocuparse de sus asuntos, en lugar de referirse al Centro Democratico.
En definitiva, estas acciones son muestra de las resistencias que persisten en un panorama en el que la participación de las mujeres en espacios políticos ha ido en aumento de manera paulatina. En este contexto, existen entornos desde los cuales se reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación, con los que se pretende menoscabar y desincentivar la participación de las mujeres en el espacio político.
Las acciones violentas se pueden clasificar en las siguientes formas de violencia:
- Física: acciones que generan afectaciones contra la integridad física, bien sea directamente de la persona objeto de la violencia o su familia. Se pueden ver reflejadas en empujones, golpizas, abuso doméstico, asesinato.
- Psicológica: acciones hostiles y abusivas destinadas a causar daño emocional y ejercer control sobre las decisiones y comportamientos de la víctima. Se pueden ver reflejados en acoso laboral, discriminación, chismes, descalificación, amenazas.
- Sexual: actos, tentativas e insinuaciones sexuales no consentidas, encaminadas a coaccionar a la persona objeto de la violencia. Se puede ver reflejado en difusión de imágenes sexualizadas, opiniones agresivas, acoso sexual, violación.
- Económica: acciones con las que se busca controlar, restringir o negar el acceso y/o administración de los recursos económicos y patrimoniales. Se puede ver reflejado en negación de recursos, destrucción de material de trabajo, negación de oficinas o implementos de trabajo.
- Simbólica: actos que reproducen relaciones de dominación desde los roles y estereotipos de género, con el fin de deslegitimar y entorpecer el ejercicio político. Se puede ver reflejada en negar de forma recurrente el uso de la palabra, realizar comentarios ofensivos justificados de bromas o chistes, invadir opinión de mujeres.
- Ciberacoso: acciones de hostigamiento o intimidación a través de canales y tecnologías digitales, se puede ver reflejada en opiniones no solicitadas sobre el cuerpo o apariencia física, suplantación de identidad, difusión de imágenes privadas o íntimas sin consentimiento, difusión de información personal sin consentimiento.
La participación de las mujeres en el ámbito político representa un desafío a los roles tradicionales. Este tipo de violencia se ejerce como forma de castigo a las mujeres por no ajustarse a los roles de género que han sido construidos social y culturalmente. Las acciones violentas configuran barreras para la consolidación de liderazgos, restando visibilidad a los aportes de las mujeres en el escenario político, debilitando así sus capacidades de activismo e incidencia política. Lo que profundiza las desigualdades entre hombres y mujeres, y aumenta la brecha en la participación política. Lo anterior, se ve reflejado no solo en la disminución de aspirantes a cargos políticos, sino también en la reducción de la participación como votantes.
